COVID-19: Un test de estrés para la sociedad actual

Basta con prestar atención a cualquier medio de comunicación para tener noticias de un visitante no deseado que se está extendiendo por todo el planeta. A imagen de las películas apocalípticas que estrenan cada año, el COVID-19 ha ocupado el centro de atención de todo el mundo y está condicionando, cada día más, nuestras vidas.

En el mundo del Management llevamos años hablando del mundo VUCA, de la volatilidad de los mercados, de la incertidumbre del entorno empresarial y social, de las cada vez más complejas reglas de juego que regulan nuestras organizaciones y nuestras vidas, de la ambigüedad, de no saber qué viene después. COVID-19 viene a reforzar este “Nuevo Normal”, la interconexión de la aldea global nos trae sinergias nunca antes posibles y amenazas que ponen en peligro la civilización tal y como la conocemos.

Uno de los más eminentes psicólogos estadounidenses, iniciador del enfoque humanista en psicología, Carl Rogers, afirmó “Lo más personal es lo más universal”.

Si profundizamos en esta afirmación ¿cuál es la emoción que está, poco a poco, filtrándose por todos los rincones de nuestra sociedad? No hay duda, el miedo.

El miedo es una emoción básica, absolutamente universal y genuinamente personal. Esta emoción nos acompaña toda la vida y tiene el fin de aumentar nuestras posibilidades de supervivencia. La liberación de hormonas que provoca el estímulo del miedo nos permite estar preparados para responder con éxito a cualquier agente estresor. Por tanto, el miedo es una emoción adaptativa tremendamente útil. Sin embargo, una percepción subjetiva de ausencia de control que permanece en el tiempo provoca que esa liberación hormonal y esa respuesta adaptativa del ser humano termine fracasando. Cuando esto sucede, comenzamos a deslizarnos por una pendiente peligrosa que, en ocasiones, parece no tener fin.

Observo a mi alrededor, a mi mundo hiper-conectado y veo una creciente preocupación. El estado de ánimo, lentamente, está cambiando. Hasta hace un par de semanas muchos observábamos al COVID-19 como un exotismo, un problema lejano que muy poco probablemente nos afectaría. Con el tiempo surgió un cierto nerviosismo, al ver la rápida expansión del virus, en forma de humor que, como todos sabemos, es una clásica válvula de escape de la negación. Chistes, memes, videos, audios comenzaron a inundar nuestros watshapps…hasta el momento actual. En cuestión de días esa negación colectiva, como el niño que mira hacia otro lado con la ilusión de que lo que le asusta desaparezca, se ha trasformado en enfado. Empezamos a estar enfadados y empezamos a buscar culpables ¿Quién no ha hecho lo que tenía que hacer para que esto no hubiera sucedido? ¿Qué va a pasar? ¿Cuál será la siguiente medida restrictiva?

Como sociedad estamos viviendo un duelo. Estamos perdiendo algo; al principio era un intangible y, con los días se está haciendo más tangible la pérdida.

Si observamos la clásica curva del duelo que vivimos ante la pérdida de un ser querido, ante el triste desenlace sufrimos un shock emocional, a continuación, entramos en negación, un “no es posible” necesario para seguir avanzando, después surge el enfado, la búsqueda de responsables, el sentimiento de agravio, la vivencia de lo injusto de la situación. Nos podemos imaginar a nuestro organismo respondiendo al enfado, con tensión, agarrotamiento, rigidez….

La siguiente fase es el miedo ¿cómo va a ser mi vida a partir de ahora sin ese ser querido? Y nuestro organismo ¿cómo responde? Liberación de cortisol, adrenalina y otras sustancias aceleran nuestro cuerpo y nuestras emociones….El gasto energético es brutal, nuestro sistema simpático hiper-activado…., hasta que no puede más. Entramos en depresión, siguiente fase, pérdida de sentido, reset del sistema y reordenación vital. Estamos en la sima, oscuridad, aislamiento, tocamos fondo… y aceptamos el “nuevo normal” lo cual nos permite, con el tiempo, recuperar nuestro equilibrio emocional.

Con la crisis del COVID-19 es probable que pasemos por todas las fases del duelo. Son las famosas curvas en U o en V de las que los expertos llevan hablándonos durante días. U o V, diferentes perspectivas de una misma realidad. Personalmente, me inclino por la U.

En cualquier caso, siguiendo la lógica de las curvas, nos queda un largo camino, aún estamos en “plena caída emocional”, coincidiendo con el aumento en el número de contagios día tras día y la progresiva toma de conciencia de la gravedad de la situación. La situación, con seguridad, empeorará, pasaremos del enfado al miedo y de ahí a un cierto desconsuelo y toma de conciencia de qué debemos hacer para parar este virus. En definitiva, aceptación de la situación y de lo ella implica. Un test de estrés en toda regla para toda la sociedad del que, seguro, saldremos reforzados, pero, para ello, necesitamos dar una respuesta común.

¿En qué consiste esa respuesta común?

El famoso matemático John Nash, que retó y superó la teoría de Adam Smith nos indica el camino a través de su Teoría de Juegos: el mejor resultado es producto de que todos en el grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo.

Prestemos atención a lo que nos están pidiendo las autoridades sanitarias; es sencillo, quedarnos en casa para no ser contagiados y contagiar a otros. Necesitamos aislar al virus y, para ello, debemos aislarnos físicamente a nosotros mismos. Evitar entrar en pánico y aislarnos emocionalmente es, junto al coronavirus, el gran enemigo a batir. Cada uno de nosotros tenemos la capacidad de proponer y ejecutar ideas creativas que nos permitan permanecer unidos frente al desafío. Hoy, más que nunca, nos necesitamos.

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